La historia de nuestro Municipio está resumida muy acertadamente en el libro escrito por Lorenzo López López:

 

“NAVAHONDILLA: DE ALDEA TOLEDANA A MUNICIPIO ABULENSE”

 

            Estudio documentado rigurosamente en fuentes históricas custodiadas en Archivos de la Administración del Estado, Autonómicos  y Locales; Archivos de Instituciones Eclesiásticas; Censos, Anales, Boletines Oficiales y abundante bibliografía. El extracto desarrollado en las siguientes páginas se basa en esta fuente.

 

            Los pobladores más antiguos de estas tierras, al hilo del acontecer histórico, fueron los vettones que se asentaron en el Valle del Alberche y del Alto Tiétar en el siglo VII a.C. De la documentación histórica existente se puede admitir como posible que los lugares de Navahondilla y Majadillas, entre otros, son de origen vettón. En las proximidades de nuestro pueblo, en el término municipal de El Tiemblo, se encuentran los Toros de Guisando, el testimonio más representativo de la presencia vetona en esta comarca

             Tras ellos, los siguientes conquistadores fueron los romanos que comenzaron su dominación de la península en el año 218 a.C. Relativamente cerca de Navahondilla, en las proximidades de Cenicientos, se encuentra Piedra Escrita, según los expertos, de origen romano, peñasco de granito con tres figuras humanas esculpidas en una de sus cara laterales. Otras inscripciones romanas, casi ilegibles , se en encuentran en los lomos de los Toros de Guisando.

            Su declive favoreció la entrada del pueblo visigodo en el año 405 d.C. que estableció su capital en Toledo. De su presencia en el valle del Alberche dan fe las necrópolis (cementerios) con diversidad de tumbas excavadas en las rocas. Entre las más próximas a Navahondilla se encuentran las de Molino Quemado y El Androsino en San Martín de Valdeiglesias, y las de Valdesanmartín en el Tiemblo.

            La penetración de los musulmanes en el año 711 por el estrecho de Gibraltar da comienzo a una ocupación de ocho siglos y desde su mismo inicio, a la Reconquista de la península, por los reyes cristianos. En 1082 en plena Edad Media comienza la repoblación del Valle del Alberche  y del Tiétar con la toma de Cadalso y posteriormente en 1085, se produce la reconquista de la plaza de Toledo.

            En 1261 la aldea de Navahondilla aparece por primera vez incluida en la jurisdicción de Escalona, según documento validado por el rey cristiano Alfonso X que incluye los lugares de Cenicientos, Rozas de Puerto Real, Cadalso, El Andrinoso,  Almorox y el Casar. En 1281 el rey concedió Escalona a su hermano el Infante  Don Manuel. Se constituyó en el núcleo principal de los tres estados señoriales que se sucedieron desde finales del siglo XIII; el de Don Juan Manuel (hijo de Don Manuel), el de Don Alvaro de Luna y finalmente el de los Pacheco. A finales del siglo XIII la jurisdicción de Escalona comprendía un territorio  de 61.530 ha., integrado por Escalona como Villa y los lugares de Almorox, Cadalso, El Casar, Cenicientos, Crespos, Escarabajosa (hoy Santa María del Tiétar), Hormigos, Majadillas, Navahondilla, Nombela, Paredes, Pelahustán, Rozas de Puerto Real y Villarta.

            En el aspecto religioso se tiene noticia de los monjes que moraban en cuevas del Cerro de Guisando y sus inmediaciones, que se congregaron en el monasterio de Guisando tras su fundación en el año 1375, comenzando a percibir privilegios reales y tierras adquiridas por donaciones y testamentos de lugareños del entorno, siendo las posesiones más importantes las que se encontraban en Navarredonda y en el término de la actual Navahondilla. Estos privilegios provocaron  conflictos por el derecho de pasto reconocido a los monjes en todo el señorío de Escalona, con los lugares de Cadalso y Navahondilla. Cerca del monasterio de Guisando, en la dehesa de los Hijares se levantan las ruinas de lo que en su día debió ser una ermita servida por los monjes jerónimos.

            La espesura de los bosques de castaños y robles que se extienden por el centro y norte del término de Navahondilla, mucho más abundantes durante el siglo XIV, constituyeron zonas privilegiadas para la práctica de la caza de osos y jabalíes, llevada a cabo por reyes y nobles exclusivamente. El Libro de la Montería atribuido al rey Alfonso XI (1312-1350) facilita interesantes datos sobre esta actividad cinegética.

            El 23 de diciembre de 1423 Escalona volvió a adquirir, por una sentencia real, la jurisdicción de realengo al extinguirse la sucesión masculina del linaje de los Manuel durante el reinado de Pedro I. En 1424 Juan II donó el señorío de Escalona a D. Alvaro de Luna, con una jurisdicción sobre 32 núcleos de población.

            Mención especial por su importancia en la historia de la comarca merece este personaje que se convirtió en el favorito de Juan II, y en el árbitro de los destinos de la monarquía. Su poder fue tan grande que oscureció por completo la débil voluntad del rey. La enorme capacidad y astucia que poseía le permitieron gozar de numerosos privilegios, títulos nobiliarios y cargos, entre otros, maestresala del Rey, condestable de Castilla y administrador de la Orden Militar de Santiago, que le proporcionaron grandes beneficios. Las numerosas posesiones que llegó a tener se extendieron por las provincias de Ávila, Cáceres, Madrid, La Rioja, Salamanca, Segovia, Soria, Toledo y Valladolid. Obtuvo el señorío de La Adrada y el Castillo de Bayuela. En 1434 compró la villa de San Martín de Valdeiglesias, al monasterio de Valdeiglesias. Adquirió Mentrida, Villa del Prado, Alamín y la Villa y castillo de Montalbán. Hacia 1441 el rey Juan II le donó la villa de Cebreros y la villa de El Tiemblo.

            La villa de Escalona con su enorme jurisdicción fue su posesión más apreciada, pasando a ser ésta el centro y capital de sus señoríos y el lugar preferido de residencia. Los castillos de San Martín de Valdeiglesias y Escalona fueron puntos de encuentro de sus ejércitos, lugares de reunión con el rey y la alta nobleza y centros donde se organizaban lujosas fiestas y famosas cacerías que llenaban de monteros y cazadores la sierra de Guisando y los lugares y aldeas de su entorno: Cadalso, Rozas de Puerto Real, Majadillas, Navarredonda, Tórtoles y Navahondilla.

            Finalmente cayó en desgracia por las acusaciones de la nobleza de excesos y apropiación indebida de bienes y tierras a lo largo de su vida y Juan II firmó su sentencia de muerte. En 1453 tras la muerte de D. Álvaro de Luna, Navahondilla y Majadillas, junto a toda la jurisdicción del señorío de Escalona, pasan a la Corona Real.

            Una de las principales rutas utilizadas durante la Edad Media para comunicar Ávila con el sur de Sistema Central y la provincia de Toledo fue la cañada real leonesa en su tramo oriental.

            De enorme trascendencia para la ganadería del reino de Castilla fue la creación del puerto de la venta del Cojo, en lo alto del puerto de Avellaneda, a instancias de don Álvaro de Luna, con derecho al cobro del servicio de montazgo. El puerto coincidía con un estrechamiento de la cañada real, en el actual cruce de la carretera de Casillas, por lo que quedaban obligados los rebaños de ovejas y demás ganados a verificar su paso al ser el único existente en la cañada camino de Talavera. Existieron otras ventas como la de Valsordo (entre El Tiemblo y Cebreros), la de Tablada y la de los Toros de Guisando.

            La trashumancia por la cañada real se vio favorecida por la Mesta, poderosa organización creada en la Edad Media por los propios ganaderos para velar por sus intereses y la utilidad de los pastos, ya que las características climáticas de la Meseta impedían el pastoreo continuo en una misma zona. Por otra parte, gracias a la Mesta, la Corona de Castilla conoció durante siglos un importante desarrollo económico, la producción y comercio de lana y su masiva exportación a los mercados de Europa.

            Con la confiscación de bienes y posesiones pertenecientes a don Álvaro de Luna, el señorío de Escalona pasó a la Corona Real hasta 1470, año en el que fue otorgado, por privilegio de Enrique IV, a don Juan Pacheco, marqués de Villena, fundador de una dinastía que rigió toda esta jurisdicción durante más de tres siglos. Llevaba implícito el dominio solariego (dueño y señor de los tributos de los vasallo rurales, del servicio de montazgo y hasta del derecho de prohibir la caza en sus montes), los derechos de vasallaje y el gobierno sobre toda la jurisdicción. A su marquesado se sumó el título ducal en diciembre de 1472.

            El gobierno del señorío estaba a cargo de la llamada Junta de Villa y Tierra que dividió este amplio territorio en cinco encabezamientos: Almorox, Nombela, Cadalso, Cenicientos y la villa principal, Escalona. Navahondilla, junto a Majadillas, Navas del Alamín, Los Toledanos, Escarabajosa, Rozas de Puerto Real, Tórtolas, Navalcornocoso, Piedraescrita y Techada estaban incluidas en los encabezamientos de Cadalso y Cenicientos.

            La economía de toda la jurisdicción del señorío de Escalona se basaba en la ganadería y la agricultura, dentro de cuyo binomio destacó durante siglos la explotación del castañar extendido por el norte del extenso territorio, por los términos actuales de Navahondilla y Rozas de Puerto Real.

            La historia de la aldea de Majadillas desde sus orígenes hasta que desapareció como número poblado a principios del siglo XIX ha corrido pareja a la de Navahondilla.

            Aunque ya en el siglo XIII figura Majadillas incluida en la jurisdicción de Escalona, uno de los documentos más antiguos que se conocen sobre esta aldea data del año 1404. Es una escritura de apeo y amojonamiento, en la que le describe como lugar, término y jurisdicción de Escalona. Los testigos, vecinos de Cadalso, Rozas, Majadillas y Navahondilla fueron los apeadores ante las intenciones anexionistas de la ciudad de Ávila.

            Navahondilla, aunque dentro de la jurisdicción del señorío de Escalona, continuó bajo la tutela del encabezamiento de Cadalso hasta que pasó a formar parte de la provincia de Ávila en 1833. No obstante, la facultad de nombrar alcalde y justicia continuó perteneciendo al duque de Escalona que se encargaba de resolver los pleitos y dictar sentencia.

            Una fuente de tremenda importancia histórica como fuente documental primaria es el censo realizado por Felipe II, de todos los lugares poblados de la corona de Castilla, publicado el año 1591. Navahondilla consta con 78 vecinos, todos pecheros, es decir obligados a pagar tributos. Nobles, hidalgos y clérigos estaban exentos de tributación. Las normas para verificar el censo de 1591 establecían un baremo de entre 3 y 4 habitantes por vecino al que, en ocasiones, se agregó uno más para compensar el nomadismo y las personas que no vivían en familias censadas. Navahondilla, según este criterio, llegó a tener alrededor de 300 habitantes, número que posiblemente quedó disminuido durante la última oleada de peste (hubo cuatro en el siglo XVI). Majadillas figura con 40 vecinos (todos pecheros). Cadalso, 395 vecinos 377 pecheros, 13 hidalgos y 5 clérigos).

            En el siglo XVII, Navahondilla y Majadillas continuaron sin cambios sustanciales en el desarrollo económico y social respecto al último cuarto del siglo anterior, salvo un pequeño resurgimiento de la agricultura con el aumento en la plantación de viñedos a partir de 1630.

            Sobre la iglesia parroquial de Navahondilla no existen datos que confirmen su origen, salvo la fecha de 1635 grabada en la torre, tal vez el año de su construcción.

            De mediados del siglo XVII hay documentación sobre la existencia, en las proximidades de Navahondilla, de la ermita de San Miguel del Castaño junto a ciertas dependencias habitadas por ermitaños dedicados al culto de esta imagen. En la actualidad, las ruinas de lo que la citada ermita de San Miguel, con sus instalaciones, pertenece al término de Rozas de Puerto Real.

            Del primer cuarto del siglo XVIII se conocen algunos datos de Navahondilla y sus alrededores relativos a los numerosos incendios forestales que se producían y la excesiva tala de robles, según el criterio de los marqueses de Villena, dueños y señores de la jurisdicción. De aquí que en 1710 se dictaran normas con severas penas a los que incendiaran los bosques del ducado, y en 1725 se prohibió vender leña de los montes sin permiso del marqués, lo que supuso grandes pérdidas a los vecinos de Navahondilla y Majadillas.

            Otro hecho que produjo malestar general entre los vecinos de Cadalso y sus anejos Majadillas y Navahondilla fue la declaración de esta jurisdicción como coto privado de caza por el Infante don Luis de Borbón, hijo menor del rey Felipe V, que residió en el palacio de los marqueses de Villena durante el año 1777. El descontento y hostilidad hacia el Infante, al dejar sin caza a los vecinos del ducado, se manifestó en insultos y protestas, incluso apedreando las dependencias del palacio. Sucesos que el propio Infante puso en conocimiento del rey Carlos III, que envió a Cadalso al alcalde de la Corte para imponer justicia, siendo condenados presidio y destierro los culpables. Tras aquellos sucesos el Infante marchó a residir a Arenas de San Pedro.

 

 

          

         

 

 

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